por Rosario A. Puga-Dempsey

E xactamente hace una semana el 23 de junio del 2020 a las 10:29am nuestras vidas corren otro riesgo más, se reporta un terremoto de magnitud de 7.5 en Oaxaca, México. Un terremoto que sacude la cuidad de México y que nos trae recuerdos del inmenso terremoto que se vivió solo hace 3 años en el 2017. Las imágenes constantes que vez en las noticias son aquellas de miedo e incertidumbre. Vez en las calles de la ciudad a los pacientes en sus camillas y a las enfermeras haciendo todo lo posible por mantener la paz y cuidar de los pacientes. Combinemos todo esto con lo que ya se está viviendo con esta pandemia. ¡Mantenga 6 pies de distancia! – pero ¿cómo? Si se acaba de derrumbar una pared y no hay donde ir. .

¡Sálvese quien pueda! Porque si no te mata el virus, o las protestas, te remata el terremoto.

Al ver estas imágenes me quedo más claro por qué preferimos echarnos esas chalupas o ese elote en la calle antes de terminar la noche. Porque muy probablemente puede ser que ese sea el último que te comas en tu vida. No es falta de consciencia ni de consideración, es vivir y disfrutarlo.  En mi humilde opinión creo que como mexicanos estamos más conectados con nuestra mortalidad por los peligros diarios que vivimos.

Realísticamente, aunque no nos demos cuenta vivimos en estatus de incertidumbre. Esto no indica que no nos preocupemos ni que nos cuidemos, pero lo que sí creo que indica es que podemos vivir nuestro día a día en el momento.

Podemos apreciar más nuestras vidas, y las cosas diminutas de la vida. Saboreamos mas, agradecemos diariamente y amamos apasionadamente porque consciente o inconscientemente nuestro ser sabe que quizá, solo quizá, esta sea la última vez.

¿Bueno y con esto qué? Creo que esto me ayudo a reconectarme con mis raíces un poco más para aprender a saborear mi cafecito de la mañana y así sobrellevar la pandemia. Los invito que por lo menos hoy vivamos el día “como mexicanos” y que podamos disfrutar el momento.