por Rosario A. Puga-Dempsey

A veces vivimos el día al día tirando semillas por todos lados. Semillas que con tanto esfuerzo y trabajo buscamos con toda la intención de cosechar. Sin embargo, muchas veces no nos damos cuenta que la tierra a la que le estamos echando estas semillas no es fértil. Pero lamentablemente muchas veces eso no es lo primero que pensamos, lo primero que hacemos es culpar o enojarnos con todo nuestro alrededor. Nos decimos: “es que debe ser que le hace falta más o menos agua, hay cambiarla de lugar, necesita más sol, quizá otra maceta, más semillas porque las primeras no dieron…” Tenemos una lista infinita de cosas que nombramos por las cuales no crece nuestra semilla.  Pero sin darnos cuenta todas estas “soluciones” a la vez también pueden dañar a nuestra semilla y más que nada la mayoría de las veces no son todas esas cosas las que son el problema, si no la tierra..

Hay que empezar con una base saludable, resistente, sólida y fértil. Eso también empieza con nosotros mismos, con nuestra propia plantita. No podemos cosechar de abono malo. ¿Pero que nos hace fértil?

En mi humilde opinión lo que nos hace fértil como humanos es el amor proprio, la autovaloración, la empatía, compasión, dulzura, nobleza, humildad y la paciencia.

Si fomentamos enojo, resentimiento, corajes…etc. todo lo que caiga en nuestra tierra o en la tierra de los demás se va a quedar estancada o se va a morir. Es importante entender que hay que cultivar la tierra y prepárala para recibir y acoger las semillas. Esto es algo que quizá cada agricultor sepa pero que muchos de nosotros no consideramos.

Empecemos a fomentar tierra fértil, empecemos a crear una base sólida para que podamos empezar a recibir y darle la bienvenida a las cosas que la vida nos presenta. Más que nada para que lo que cosechemos en verdad empiece a crecer. Recordemos que el cultivar tierra buena es algo que toma tiempo y práctica, y que cada tierra es única y toma un cultivo diferente.